11/09/2011.
9::30 AM.
Nueva York.- Los aviones se estrellarán, chillarán las sirenas de los policías, se escucharán los gritos de las víctimas. El suelo temblará como temblaron las torres, que seguidamente se derrumbarán. Un museo conmemorativo de los ataques del 11 de septiembre ofrecerá una “sala de inmersión”, en la que el visitante podrá experimentar ese fatídico día en carne propia.
Probablemente la experiencia incluya la voz de Brian Sweeney, uno de los pasajeros del primer avión que se estrelló contra las torres, llamando a su esposa pocos minutos antes de la tragedia. “Jules, estoy en un avión que acaba de ser secuestrado”, dice la voz, entrecortada.
“La situación parece grave así que por si acaso, cualquier cosa, sólo quiero que sepas que te amo con todo mi corazón”.
O quizás la voz de Betty Ong, una de las azafatas del segundo avión, hablando de un apuñalamiento en primera clase y de que alguien había esparcido un gas por la cabina. “No podemos respirar”, exclama.
¿Una sala de inmersión? ¿Para qué? Si hoy en todos lados se respira el 11 de septiembre.
Monumentos, ceremonias, exhibiciones... En cierto modo, el país entero se ha convertido en una sala de inmersión.
Incluso lo podemos tener al alcance de los dedos, en nuestros teléfonos celulares.
Gracias a una aplicación llamada StoryCorps, se podrá escuchar los relatos de sobrevivientes por cualquier teléfono multiuso.
Miles de mensajes
En la internet se pueden conseguir más de medio millón de mensajes enviados ese día, gracias a Wikileaks, como por ejemplo el anuncio de “favor no usar los trenes, hay un incendio en el Centro de Comercio Mundial”, o uno que informa que “el presidente ha sido llevado a otro lugar y no regresará a Washington pero no estoy seguro de a dónde va”.
La iniciativa Internet Archive acaba de colocar en línea 3,000 horas de video correspondientes a la semana que siguió al 11 de septiembre del 2001, comenzando la mañana misma de la tragedia.
Se incluyen imágenes de las torres al caer, captadas por más de 20 canales distintos de televisión, nacionales e internacionales. Se pueden ver imágenes de periodistas de televisión tratando de describir lo indescriptible.
La televisión permitió vivir los ataques en tiempo real, y forjó un vínculo inquebrantable entre los que vivieron la experiencia y los que la vieron en sus pantallas.
Se convirtió en una experiencia colectiva, captada digitalmente desde todos los ángulos posibles. Y esas imágenes perduran.
La película rudimentaria que grabó Abraham Zapruder del asesinato de John F.
Kennedy es de un valor incalculable, pero es una sola.
No hay correos electrónicos desde Pearl Harbor o del Día D, no hay mensajes de texto de los pasajeros del Titanic mientras se hundían. Por ello el 11 de septiembre siempre será distinto, para todas las generaciones posteriores.
Habrá más gente capaz de crear su propia exhibición sobre el 11 de septiembre, sacando material de diversas fuentes. Ese pasado nunca será tan distante.
Para quienes lo vivimos, podemos revivirlo cuando se nos plazca y cuantas veces queramos. Eso es lo que estamos haciendo en este aniversario.
Y es que el 11 de septiembre se ha convertido en una fecha que se revive, más que se recuerda. Por ello es que cuando el tema surge en una conversación, lo primero que uno cuenta es la experiencia de uno. ¿Y tú dónde estabas? ¿Estabas allí? ¿Conocías a alguien que estuvo allí? En la era de la internet, Wikileaks y los canales de noticias de 24 horas, ansiamos información y ansiamos la experiencia auténtica. Por ello nuestra experiencia y la de todos los demás tiene enorme valor. Fue una experiencia compartida, o quizás es algo tan incomprensible que sentimos la necesidad de volver sobre ella una y otra vez.
“ERA LA PRIMERA VEZ EN MI VIDA...
” Jeremy Suede, hoy de 28 años, vivía en Santa Clara, California cuando ocurrió el suceso. Su madre le golpeó la puerta para despertarlo y pedirle que mirara la televisión.
“Encendí el televisor justo a tiempo para ver al segundo avión chocando, y observé incrédulo mientras las torres gemelas se desvanecían”, escribió. “Recuerdo el sentimiento de impotencia, era la primera vez en mi vida que ocurría algo de tal trascendencia”.
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