En la cárcel de Najayo, ubicada en San Cristóbal, todo aquél (hombre o mujer) que desee visitar a un inquilino recluido allí, pasa por la humillación y la vergüenza, en cada visita es despojado de sus prendas de vestir, incluyendo las íntimas, como son panties y brasieres, y en el caso de los hombres, de sus calzoncillos.
En el caso de la mujer, el procedimiento es como sigue: luego de quitarse sus panties, la mujer deberá, con sus propias manos, exponer todo el interior de su ano.
Al ser examinadas de frente, se les pide que agarre las paredes externas de la vagina y que las abra ampliamente, mientras que las custodias echan un vistazo.
Gracita indicó en la entrevista, que mientras era humillada en la visita a su esposo, quien se encuentra con medida coerción por supuesto delito de prevaricación, notó la risa burlona y despreciativa ante el pudor natural de agresión.
Ella dijo no se atreve a llevar a sus tres hijos menores a ver a su padre, porque no sabe si los varoncitos menores de 11 años, también serían violados, o si su hija de 16 años, tendría que enseñar las entrañas de la vulva, para poder abrazar a su papá.
Su esposo, un joven profesional que fuera arrestado tras ser acusado del delito de prevaricación, al no poder pagar por permanecer en una cárcel cómoda, se encuentra en una especie de chiquero.
Al ingresar el primero día, uno de los que controlan la cárcel le preguntó si tenía $12,000 pesos para dejarlo encerrado en una celda con otros presos, pero con algunos privilegios.
El esposo de Gracita solo tenía $5,000 pesos y entonces se le permitió que entrara un colchón que su esposa compró con mucho esfuerzo.
En la cárcel modelo de Najayo, sólo los presos que puedan pagar por comodidades, no se les violan sus derechos.
Si el detenido quiere bañarse más de una vez, agobiado del calor, es un privilegio que cuesta dinero. Si no quiere la comida de la cárcel enviada de los comedores económicos, se le cobra $60 pesos para un servicio de alguna fonda vecina.
Es entendible que este procedimiento se realice a quienes visitan a presos acusados de narcotráfico, o los que tengan adicción a la droga, reclamó Gracita en sus declaraciones, señalando en su pobre lenguaje, no comprender del por qué utilizan este cavernario procedimiento de chequeo.
A Gracita se le dejó saber que este procedimiento de chequeo carcelario, es rudimentario en cárceles federales de los Estados Unidos. A lo que respondió llanamente; que ella no vivía en los países, sino en la República Dominicana, dónde a veces, una mujer prefiere cien veces padecer de un cáncer vaginal que permitir sea auscultada por profesional de la medicina.
Por: Margarita Canahuate
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