Resalta en lo general la inaplazable obligación de los peledeístas que detentan directamente el poder de garantizar la continuidad de su partido.
La mejor fórmula para alcanzar ese propósito es el “buen gobierno” a base de una gobernabilidad tranquila, que atienda y resuelva los principales problemas de las personas, en el tiempo limitado de dos años que les queda de este período.
Sin embargo, para alcanzar ese propósito, surgen serias amenazas. La principal de todas: la falta de comprensión del período especial en que entra el gobierno.
La proximidad del fin del gobierno en medio de las naturales ambiciones por la candidatura presidencial, las apetencias de algunos funcionarios que todavía no sacian su sed de poder, e incluso de riquezas, y los riesgos propios que conlleva el casi poder absoluto con que el presidente Leonel Fernández y su equipo gobernará a partir del 16 de agosto.
Ignorar una coyuntura tan especial sería fatal para el PLD, con mayor peso después de mayo, pero también con una población con mayores necesidades insatisfechas. ¿Qué hacer durante este período especial? Para muchos la cuestión parece centrarse en la tarea inmediata de señalar y escoger los bufetes de las cámaras legislativas, pero parece que la agenda debe tener una mayor dimensión.
El PLD está en la víspera del alumbramiento de lo que podría ser una nueva gobernabilidad si parte de la comprensión de que en sus manos está la conformación de la totalidad de los poderes en República Dominicana.
Por eso, tiene mucho sentido el señalamiento de que la esencia de la agenda de ese partido de aquí a diciembre es decidir qué hacer con tanto poder.
En efecto, las cámaras legislativas tienen tareas muy serias por delante. Tan pronto se constituya el nuevo Congreso Nacional corresponde a ese cuerpo renovar a los funcionarios de la Cámara de Cuentas y la Junta Central Electoral. Determinar en cada cámara sobre quiénes recaerá la representación ante el Consejo Nacional de la Magistratura.
Junto al Gobierno Central y al Poder Legislativo, crear las condiciones para la convocatoria de ese consejo, que debe revisar la composición de la Suprema Corte de Justicia y designar el Tribunal de Garantías Constitucionales.
Al margen de los poderes que se derivan del control del Congreso, también está el destino de la Liga Municipal Dominicana (LMD), que también forma parte del pastel de la gobernabilidad.
Esas tareas el PLD puede acometerla por cuenta propia, pero si lo hace de esa forma, sin tratar de establecer puentes con la derrotada oposición en los pasados comicios, cometería el primer error, de partida.
Porque más que profundizar en la línea de alzarse con el santo y la limosna, aunque haya sido con el favor del poder popular, corre el riesgo de ver disminuida su capacidad de ejercer la gobernabilidad dentro del mayor nivel de aprobación política y social, que será cada vez más difícil a medida que se acerque el 16 de mayo de 2012.
PODER Y GOBIERNO
Aunque hubo el normal pataleo post electoral, muy propio de la política dominicana, es irrefutable que el PLD arrasó en las urnas, al margen de cualquier valoración ética vinculada a los medios utilizados.
Los hechos están consumados. Toca al PLD no solazarse en la victoria. Procede buscar los medios para garantizar, si no el tan acariciado consenso, que en estas condiciones será siempre difícil, al menos un equilibrio para conformar los poderes.
¿Pero qué equilibrio, si por la composición del Congreso resulta imposible equilibrar, por ejemplo, la representación al Consejo Nacional de la Magistratura? ¿Qué equilibrio, si por la composición del Congreso, a la hora de escoger los miembros de la Junta Central Electoral o de la Cámara de Cuentas, aunque en este último caso no cuente con el poder absoluto para hacerlo por sí solo, como quiera logrará una mayoría? Un panorama similar se daría en la Liga Municipal Dominicana (LMD), donde parece que el peledeísmo tendrá una mayoría en la Asamblea General de Municipios.
Entonces para una coyuntura como ésta aplicaría una “generosidad inteligente e incluyente”, que arrastre a la verdadera oposición, pero especialmente a estamentos de la sociedad, que esté con propiedad y calidad representada en esos poderes, de modo que el poder no sea tan brutalmente peledeísta, al extremo de que le haga daño… al PLD y al país.
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