SAN CRISTOBAL.- Desde hace más de 20 años Casimira Jacinto se resignó a no poder escuchar la voz de sus hijas ni verlas caminar. Sacrificó sus gustos y dejó de trabajar para atenderlas, por lo que pide al Gobierno una ayuda económica para sustentar los gastos que implica el cuidado de tres jóvenes con parálisis cerebral.
La desesperanza llegó muy pronto al hogar de los Jacinto. Los médicos que consultaron en el hospital infantil Robert Reid Cabral le dieron la triste noticia a Anastalio Jacinto Martínez y a su esposa de que una enfermedad genética que ambos portan en sus genes, porque son primos, dejaría a sus hijas Ilanda, de 23 años, Rosanna, de 22 y Thalía, de 15, paralíticas.
“Yo duré 12 años llevando mis tres niñas para el Angelita (Hospital Robert Reid Cabral) a sus chequeos de rutina, porque desde que nacían me percataba de que algo no estaba bien con ellas. Dos veces al mes buscaba el pasaje para salir de San Cristóbal a Santo Domingo y fue un golpe muy duro que el doctor me dijera: ‘Ellas pueden mejorar como pueden empeorar, dales terapia’.”
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