10 mar 2013

ESCUELA, CONCIENCIA Y CAMBIO

Por: Maestra Rufina Báez Zabala.

Es muy común escuchar o decir la frase: “ya no existen hombres y mujeres así”-refiriéndose a aquellos que dieron la vida por la Patria-, pero ante tal expresión planteo las siguientes interrogantes: ¿Qué haremos?, ¿Hemos de contemplar con nostalgia nuestros hechos pasados desconectando la Historia del presente?, ¿Nos resignamos o formamos una generación que reaccione ante las problemáticas actuales involucrándose en la búsqueda de soluciones?

Cuando Juan Pablo Duarte retorna a su país a finales de 1,833, después de haberse ido a completar sus estudios, lo hace con un propósito definido: lograr la Independencia Nacional. Este propósito se corresponde con una necesidad: preparar la conciencia de los ciudadanos y ciudadanas sometidos bajo el yugo haitiano; es así como asume y encarna el compromiso de enseñar, con tal objetivo crea la escuela La Atarazana; fue tan fuerte su influjo personal, que la proclamación de la Independencia se dio a pesar de estar Duarte en el exilio.

En un momento histórico de gran languidez social, económico y cultural, la concepción de Duarte de fundar una república independiente y soberana resultaba ser una idea atrevida e ilusoria; los dominicanos, sumergidos en un estado de pobreza, escepticismo y resignación, pensaban que no podían enarbolar la bandera de la independencia, sin embargo, la influencia de los trinitarios convirtió ese pobre ideal en la fuerza social mas poderosa a la hora de decidirse los destinos de la patria.

Si bien es cierto que actualmente nuestro país no se encuentra inmerso en procesos independentistas y que nuestra soberanía per se no esta amenazada, no es menos cierto que nuestra sociedad está acechada por agentes lacerantes y corrosivos, tales como: baja calidad en la educación, corrupción, narcotráfico, feminicidios, inseguridad ciudadana, desacato a la ley, descredito de las instituciones, aprovechamiento de nuestras riquezas naturales por empresas extranjeras, impunidad, entre otros.

No bastan las repeticiones de los pronunciamientos en torno a Duarte, expresados por esos compatriotas que sembraron, de manera justa, en la conciencia de sus contemporáneos, su figura como paradigma del patriota ejemplar, incorruptible e inconmovible en sus convicciones; no debemos conformarnos con lo que se ha dicho y se ha hecho en relación con el pensamiento y la acción del fundador de la patria.

La crisis que estremece en este momento la sociedad, exige que se vuelva a las fuentes originarias de los hechos; en el caso específico de nuestros estudiantes, hay que desarrollar estrategias que les permitan palpar y sentir que los héroes del pasado fueron de carne y hueso como ellos, con emociones, sentimientos y temores, rodeados de traiciones y engaños, pero también de lealtad, y logrando vencer situaciones iguales o peores que las que se suscitan hoy, razón por la cual merecen ser emulados.

Proclamar la grandeza de Duarte no es suficiente, es necesario que sea entendida y asumida en todas sus dimensiones, ese objetivo no podrá lograrse sino creando los cimientos para el fortalecimiento de los ideales hereditarios de aquellos hombres y mujeres que lucharon por una plena y total independencia, bases que la escuela debe construir. Como expresó Duarte:
“Lo poco o mucho que hemos podido hacer o hiciéramos aún en obsequio de una patria que nos es tan cara y tan digna de mejor suerte, no dejará de tener imitadores; y este consuelo nos acompañará en la tumba”.

Quisiera terminar este escrito señalando a Troncoso Sánchez, cuando se refiere al rol de la escuela como forjadora de conciencia: “La zona de la sociedad en que mayormente debe enseñarse la doctrina y el ejemplo de Duarte es la escuela, el aula escolar desde los primeros grados. Ni la conferencia esporádica, ni el artículo de periódico, ni el libro, ni la retórica tribunicia, con todo el valor que indudablemente tienen, son tan eficaces como la labor diaria de maestros y alumnos para crear conciencias que luego actúen en corrientes morales cuyos cauces resistan los embates de las pasiones y los apetitos”.

El docente, heredero de una fuerte capacidad de influencia social, se enfrenta a un gran reto, pues sobre sus hombros recae la responsabilidad de rescatar la educación del acriticismo y la indiferencia, propiciando espacios de análisis y discusión desde una perspectiva democrática.

Duarte implementó un modelo pedagógico que revolucionó las mentes de la época, cambiando la realidad socio histórica existente, cuyas repercusiones nos permiten gozar del privilegio de ser dominicanos (as). ¿Están siendo nuestros procesos pedagógicos significativamente influyentes como para formar una generación que reaccione ante las problemáticas actuales en función del desarrollo de una conciencia crítica?

0 HAGA SU COMENTARIO:

Publicar un comentario