5 jul 2013

Hay que Fortalecer la Familia

Por; David Sandoval.  

La primera institución establecida por Dios fue la familia. A través de la misma, Él se propuso establecer su reino o gobierno en la tierra y desarrollar una relación personal con los seres humanos que formó con sus propias manos delegando sobre ellos su autoridad para administrar los recursos naturales que se encuentran en el planeta tierra. Dios se muestra a través de las páginas de la Biblia como un Dios de relaciones y de orden.

En Génesis 1.26 leemos: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos, sobre las bestias, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra”.

Una característica fundamental de la familia es que está compuesta por dos seres humanos con caracteres biológicos diferentes identificados por el sexo. En Génesis 1.27 leemos: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Además, Dios puso en la familia el poder de la reproducción para que se multiplicaran y así dieran frutos trayendo otros seres humanos con los cuales compartir la autoridad delegada en el reino o gobierno de Dios.

En Génesis 1.28 dice: “Y los bendijo Dios; y les dijo Dios: Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread sobre los peces del mar, y sobre las aves de los cielos y sobre todas las bestias que se mueven sobre la tierra.”

Ahora bien, Dios le imprime personería jurídica a la familia a través del contrato y celebración del matrimonio dándole así legitimidad y orden legal para que funcione como tal.

En Génesis 2.18,21-24 leemos: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”; “Y Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y se quedó dormido; entonces tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar; Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.

Y dijo Adán: Ésta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne; ella será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y serán una sola carne”

Toda relación que contradiga o confronte lo que Dios estableció desde el principio trae resultados no deseados que pone en riesgo a la sociedad misma ya que, ella está formada por familias. Si las familias no tienen los principios de Dios que establece el gobierno y orden de su reino los resultados negativos afectaran el desarrollo integral de la sociedad en cuestión.

La fornicación o lo que la sociedad moderna llama unión libre y el adulterio o la infidelidad conyugal son imitaciones del matrimonio, la cual no cuenta con la aprobación de Dios. Este tipo de relaciones han traído por siglos malestares a la sociedad aunque la misma a través de sus leyes han querido legitimarlas y hacerlas ver como algo normal.
En 1ra de Corintios 5.21 dice: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”.

En Hebreos 13.4 leemos: “Honroso es en todo el matrimonio, y el lecho sin mancilla; mas a los fornicarios y a los adúlteros juzgará Dios”.

Basta con echar un vistazo alrededor del mundo para darnos cuenta de que la sociedad al querer obviar los principios bíblicos de la familia, hoy día vive sumida en la desgracia, el desorden moral, económico, social y espiritual. Miles de niños muestran frustración, problemas conductuales, desórdenes emocionales y espirituales, violencia, inadaptacion social, rebelión y otras clases de males, a consecuencia de no observar las normas morales de la familia establecidas por Dios mismo.

Uno de los resultados vergonzosos que ha arrojado el desorden familiar que impera en nuestros días es la delincuencia. Miles de niños y jóvenes andan por las calles delinquiendo como respuesta al vacío que hay en sus corazones y a la falta de orientación, cuidado y amor por vivir en hogares donde los principios del reino de Dios brillan por su ausencia.

Otros factores que están afectando el buen funcionamiento de la familia y que pulula la salud espiritual de la misma son la liberación femenina, la violencia y el machismo. La liberación femenina nace como respuesta de las mujeres al querer reclamar el espacio que históricamente la sociedad le ha negado. Es verdad que la mujer tiene derechos a la superación, al desarrollo personal y a la consecución de metas.

Ahora bien, estas conquistas no deben impedirle que reconozcan que son biológicamente diferentes a los hombres y que en los principios del reino de Dios el hombre es la cabeza de la familia, y que como tal ella debe digerir dicho estatus manifestando respeto y dependencia hacia el mismo.

En Efesios 5.22-24 leemos: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor. Porque el marido es cabeza de la esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia; y Él es el Salvador del cuerpo. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus propios maridos en todo”.

En 1ra de Pedro 3.1, 2 dice: “Asimismo vosotras, esposas, sujetaos a vuestros propios maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, al observar ellos vuestra casta conducta que es en temor.”

La violencia nace como una forma de responder a las ofensas y heridas ocasionadas por el prójimo. Se produce con la idea de expresar incorrectamente nuestras desdichas y frustraciones. Es una manera de llamar la atención que durante años nos han negado. La práctica del sometimiento mutuo es un principio bíblico que da muchos resultados y que evita la manifestación de la violencia en el seno de la familia. Otro principio que ayuda a reducir la violencia es el perdón. Este valor espiritual nos permite ver con misericordia al ofensor y por consiguiente frena el deseo interno de responder con la violencia.

En Efesios 5.21 dice: “Sujetaos los unos a los otros en el temor de Dios”. En Efesios 4:30 leemos: “Y sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como también Dios en Cristo os perdonó”.

El machismo es un síndrome o desorden en el uso de la autoridad delegada por Dios en el hombre como cabeza de la familia. Cuando el hombre padece de machismo usa mal su autoridad delegada. El hombre machista ve su autoridad delegada como una oportunidad para avasallar a los miembros de su familia. Un hombre machista no escucha a su esposa ni a sus hijos. Impone sus ideas, no comparte sus metas, los que están en contra de sus ideales acarrean peligro.

El hombre machista no se da cuenta que Dios puso sobre él autoridad para servir a los demás, para ser un soporte en el sostenimiento de su familia. El hombre es el sacerdote y cabeza del hogar, es quien orienta y motiva los pasos que debe seguir su familia para la realización de las metas y planes, sobre todo el propósito de Dios en la vida familiar. El debe conducirla en el sendero de mostrar la gloria de Dios en toda la tierra, su amor, gracia y misericordia.

La familia es el reflejo del orden y gobierno de Dios. Es el símbolo espiritual de Cristo y la iglesia. Por lo tanto, el machismo no cabe en el seno del hombre que lucha por su familia y que es responsable por la autoridad que Dios ha puesto sobre sus hombros para dirigir el destino de la misma.

En Efesios 5.25, 28, 29 leemos: “Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella; Así los maridos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama. Porque ninguno aborreció jamás a su propia carne, antes la sustenta y la cuida, como también el Señor a la iglesia”

En 1ra de Pedro 3.7 dice: “Asimismo, vosotros, maridos, habitad con ellas sabiamente, dando honor a la esposa como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de vida; para que vuestras oraciones no sean estorbadas.”

Finalmente, podemos seguir enumerando otros factores que atentan contra la institución que Dios estableció la cual es el fundamento de la sociedad. Sin embargo, hemos mencionado algunos de ellos para que nos demos cuenta que los principios del reino de Dios, en cuanto a la familia, son válidos en el día de hoy para fomentar el desarrollo sano de la misma y en consecuencia mantener el equilibrio que produzca la paz y el orden que la sociedad necesita dando al traste con el desarrollo moral, espiritual, social y económico.

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