21/10/09.
Salomé Ureña de Henríquez nació en Santo Domingo, capital de la República Dominicana, el día 21 de octubre de 1850. Sus padres fueron Nicolás Ureña de Mendoza y Gregoria de León.
Aprendió sus primeras letras en escuelas públicas de su tiempo; pero adquirió después, dirigida por su padre, una esmerada educación literaria que tuvo por fundamento la lectura de los clásicos castellanos.
Iniciada en la técnica de la versificación a los 15 años, comenzó la publicación de sus versos a lo 17, con el seudónimo de Herminia, que usó hasta 1784. En este mismo año fueron incluídas diez de sus composiciones en la lira de Quisqueya, primera antología de poetas dominicanos.
En 1877, le fue otorgada una medalla, en acto público organizado por la Sociedad Literaria "Amigos del País", institución cultural que patrocinó, en 1880, la publicación de su obra Poesías.
El 11 de febrero de 1880, contrajo matrimonio con Francisco Henríquez y Carvajal. De esta unión tuvo cuatro hijos: Francisco, Pedro, Max y Camila.
Fundó el 3 de noviembre de 1881, el "Insituto de Señoritas", primer centro femenino de enseñanza superior en el país, y el 17 de abril de 1887, celebró la investidura de las seis primeras maestras normales que tuvo la República.
El día 6 de marzo de 1897 murió en su ciudad natal. Fue enterrada en la Iglesia de nuestra Señora de las Mercedes, donde aún reposan sus restos.
Autora de una brillante obra lírica que, en unión a la de José Joaquín Pérez y Gastón Fernando Deligne, constituye la producción de la denominada "trilogía de los poetas mayores", dejó parte de su legado intelectual y artístico en la formación humanística que impartió a sus hijos, entre los cuales destacaron especialmente Max y Pedro.
En su condición de escritora, Salomé Ureña desplegó una intensa actividad poética que, enmarcada en los modelos formales y estilísticos de la centuria anterior (sencillez y claridad expresivas, moldes estróficos clásicos y equilibrio propio de la literatura neoclásica), se adentró al mismo tiempo en los tonos románticos de su tiempo y se ocupó, desde sus contenidos temáticos, de los anhelos e inquietudes del hombre antillano de la segunda mitad del siglo XIX. Entre sus principales preocupaciones temáticas figura, en primer lugar, la reflexión ética acerca de la patria, a la que la autora profesa un desmesurado amor que queda plasmado en su consagración al trabajo y a la sabiduría como elementos indispensables para el progreso de su pueblo.
Precisamente, este interés por el progreso constituye el segundo gran núcleo temático de la obra de Ureña de Henríquez, encauzado en dos vertientes bien definidas: por un lado, la confianza ciega del hombre decimonónico en los métodos positivistas, que no sólo habrían de traer los avances técnicos y las mejoras en la calidad de vida, sino también un progreso ético y social que se traduciría en el derribo de las fórmulas políticas dictatoriales y el advenimiento de nuevos regímenes democráticos; y, por otro lado, la fe de la autora no sólo en los cambios del momento presente, sino en el rutilante porvenir que, en el caso de imponerse definitivamente éstos, le espera a la patria (y, en general, a todas las naciones hermanas de habla hispana).
0 HAGA SU COMENTARIO:
Publicar un comentario