Honestamente no es esto (matar a Gadafi) el objetivo de la misión. El objetivo es, por el contrario, proteger a los civiles. Pero hay objetivos legítimos, como por ejemplo el búnker de control y mando, gestionado por él y sus familiares. Es un conflicto y, por tanto, podría ser víctima de la violencia que él mismo ha generado, afirma la secretaria de Estado estadounidense.
Todos, y también los Estados Unidos naturalmente, están intentando llegar rápidamente a una solución política. El obstáculo es el coronel Gadafi. Ha rechazado aceptar un legítimo y duradero alto el fuego sobre la base del que después podríamos haber entablado una negociación política. Tenemos que seguir haciendo presión y no sólo con medios militares, agrega.
Clinton considera que los rebeldes libios necesitan una "organización más estructurada de 'control y mando'", para lo que, recuerda, muchos países, entre ellos Francia, Italia y Reino Unido, les están dando asistencia técnica.
Hemos visto jóvenes y menos jóvenes que nunca habían participado en operaciones militares, que nunca habían tomado un arma, decididos a combatir contra este régimen de opresión. Han decidido luchar, tienen voluntad, valentía, pero no la disciplina necesaria. Ha habido muchos progresos y en esto Italia está jugando un papel esencial, afirma.
La jefa de la diplomacia estadounidense considera que es algo diferente la situación en Siria, donde hay diversos motivos de tensión y a cuyo Gobierno Estados Unidos y la Unión Europea sigue presionando para que respete el compromiso de hacer reformas.
"No tenemos datos seguros, pero sabemos que Siria puede aún aprobar reformas. Sin embargo, nadie creía que Gadafi lo habría hecho. La gente considera que éste es un camino posible con Siria. Por esto seguimos haciendo presión junto a nuestros aliados", explica Clinton.
La secretaria de Estado de Estados Unidos narra además sus sensaciones mientras contemplaba la resolución de la operación militar llevada a cabo en Pakistán para matar a Bin Laden, hasta ahora el terrorista más buscado del mundo.
"Tengo que admitir que ni me había dado cuenta de la presencia de un fotógrafo (en la sala donde lo veía). Estábamos concentrados en lo que estaba sucediendo, sobre los datos que teníamos de la misión tan peligrosa que el presidente había ordenado. Fueron 38 minutos en los que no podíamos hacer otra cosa que rezar y esperar que los hombres en acción lo hicieran sin sufrir daños", afirma. EFE
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