31 jul 2011

Los Hombres Dominicanos recurren a la brujería para conseguir mujeres.

Los hombres que se sienten “amarrados” por mujeres, según la creencia, deben realizar un sacrificio de sangre para anular los efectos del embrujo.

Cuando un hombre muestra un amor inusual y repentino hacia su mujer y se dedica, contrario a su costumbre, exclusivamente a su hogar, sus amigos y familiares piensan, en ciertos sectores que está “amarrado”.

Y se le aconseja “que busque algo”, porque “en la vida existe de todo”, el bien y el mal”. A veces, muy a su pesar, el hombre visita el brujo.

Después de dar el saludo de estilo al “papabocó” puesto que éste se saluda de una manera que sigue determinado patrón- entran en negociaciones, si es que el resultado de la consulta es “amarramiento”.

El precio del trabajo del brujo debe estar fijado de manera que pesos y centavos alcance la misma cifra; tres pesos con tres centavos, dieciséis pesos con dieciséis centavos, etc. Y además, si el servicio es efectivo, el solicitante está comprometido a hacerle un regalo.

A diferencia de las mujeres, que después de consultar ellas mismas ponen los “servicios”, los hombres deben hacerlo y por lo tanto, la práctica, en su nombre, la hace el “papá-bocó”.

Uno de los “servicios” más comunes que encargan los hombres dominicanos para desamarrarse, se le ofrece al Barón del Cementerio.

A las doce de la noche, el brujo va al campamento más cercano. Cava un hoyo y entierra un chivo que ha sido sacrificado “en la cruz de dos caminos”, al tiempo que dice palabras mágicas. El chivo representa el amor que siente hacia la mujer.
Por eso, el oficiante dice: “No es al chivo al que maté y enterré fue el amor que siente Fulano de Tal por Fulano de Tal”.

Este servicio, según los informes recogidos en centro de brujería de Santo Domingo y del interior del país, también puede hacerse mediante el sacrificio de una gallina negra, a la que se le extrae la sangre.

La gallina se entierra con el mismo ceremonial, y con la sangre que se le extrae al “papabocó” se prepara una mezcla que incluye, además apazote, anamú y tres gotas de gas.

Igualmente, esta mezcla se entierra en el cementerio.

Este trabajo sale por siete con siete, explicó un brujo que asegura haber hecho “muchos trabajos a muchos turpenes dominicanos, para amarrar y desamarrarse”.

Un trabajo que cuesta nueve pesos con nueve centavos que también sirve para el desamarre, según se explicó, es aquél en que se toma una rana “ “que esté y vieja”, se le amarra aun pañuelo en la boca, se pone “durante 21 días, día y noche en una lata media a medio al patio, con una mecha encendida”, la rana representa a la mujer que se supone hizo un trabajo de amarramiento.

“Para más efectividad, el brujo, si quiere puede llevar esto al cementerio”, se dijo.

Con frecuencia, en los cementerios, de campos o de ciudades, aparecen estas cosas, que se les llama “porquerías” y en muy pocas ocasiones, se da cuenta de ello en los periódicos.

Los cuidadores de los cementerios estiman que son cosas “insignificantes “y se limitan a retirarlas.

“Eso es una cosa natural en los cementerios”, dijo un señor que fue zacatecas durante veinte años en un cementerio pueblerino.

¿Y qué hacen algunos hombres “para amarrar” a las mujeres? Muchas cosas, porque los hombres según explicaba una señora. “aunque lo ven callados, también saben hacer sus sucierías”.

Lo primero que hacen es ir a saludar al brujo con las palabras de estilo, y ello supone haber recibido entrenamiento previo.

Con los brazos en cruz, el solicitante dice: “Qué hay viejo”. Se quita el zapato del pie derecho y lo pone sobre una tabla.

“Yo vine con el propósito de que tal muchacha o mujer me quiera, que sólo piense en mi…Yo quiero que usted me diga qué piensa ella de mí, si no tiene otro….”
Y el “viejo” ceremonioso, responde. De la respuesta, según ‘establecen las averiguaciones, depende si se ha de realizar un trabajo de amarramiento.

Otra pregunta obligada: “¿Más o menos, en cuando me hace usted ese trabajo?”.
Entonces, el brujo responde con una cantidad en la que pesos y centavos concuerdan en número.

Y pide que le traiga una pieza íntima o una fotografía de la mujer que se desea embrujar.

Cuando el brujo va hablando, y es un “caballo”, esto es, una persona que tiene un ser “montado”.

“Usted me trae la pieza o el retrato y me da vuelta a los nueve días”, dice el caballo. Y agrega, de igual ceremonioso: “Si a los nueve días no hay alguna probabilidad, le pondremos otro trabajo más fuerte”.

El papabocó pone, al servicio con Viní-Viní, Aceite Verde, Aceite Intranquilo, Aceite Dominador, Miel de Abeja, canela, clavo, azúcar blanca, si ella es blanca y azúcar prieta si es de color indio o quemado.

Si el servicio se pone a “Metresilí”, tiene que ser con refresco rojo, miel de abeja, vino y siente cintas de colores “representando las siete potencias”.

Toma el nombre y apellido de la mujer, junto al a nombre y apellido del solicitando del trabajo, mezcla los ingredientes y lo introduce todo en un vaso.

Después siempre de acuerdo a los informes recogidos, el “viejo” coge cinco alfileres de cabecita, saca el papel en que tiene inscrito el nombre de la mujer, y lo va punzando con los alfileres, mientras dice” “No son los alfileres que clavo, sino los cinco sentidos de Fulana de Tal “.

Saca las cintas, que han sido tejidas, y las dispone alrededor del vaso. Coloca el vaso entre dos platillos blancos, y prende una mecha, tras retirar el plato puesto encima.

El trabajo “más fuerte”, si es que el débil no da resultados, es el mismo, pero aumentando el número de ingredientes.

Los hombres enamorados, también en ciertos casos hacen brujerías.
Los brujos consideran estos trabajos “sencillos” y recomiendan e uso de los pañuelos.
Cada servicio va dedicado a una deidad, o un ser.

Y además de Santa Marta La Dominadora, Metresilí y el Barón del Cementerio, se cuentan entre estos seres “San Juan el Loco”, la Santa Prieta y la Santa Cuero, que son otras versiones de Metresilí.

También, el Barón Samedí, San Cipriano, San Miguel, Belié Belkán y San Santiago, entre otros.

A la Santa Cuero se le llama así, porque, “es muy bebedora de romo y es como media decrépita”, explicaba un brujo, entrevistado en su “bayí” de la capital dominicana.

Tomado del Libro: Sana, Sana, Culito de Rana
de Jose Labourt


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